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Origen de la tapa española

La tapa, ese pequeño plato tan típico de la gastronomía española que hace las delicias de todos nosotros, tiene un origen algo incierto, pero las historias conocidas apuntan en dos direcciones que se suelen tomar como verídicas cambiando los protagonistas.

La primera de las versiones apunta a que el origen de la tapa radica en las disputas que se producían en las tabernas con soldados y ciudadanos ebrios que allí se encontraban. Por ello el rey, que en unas versiones era Alfonso X y en otras Fernando el Católico, estableció que toda jarra o vaso de vino debía ir acompañado de una pequeña cantidad de comida que ayudara a que el alcohol se ingiriera de forma gradual. Este acompañamiento se depositaba en la boca de la jarra o el vaso y de ahí el nombre.

En la segunda versión, además de variar el personaje, varía la historia, pero manteniendo el mismo trasfondo. En esta ocasión circunstancias ambientales o climáticas hacían que el rey pidiera algo con lo que tapar el vaso para que no le entraran moscas o tierra que se había levantado con el viento. El rey en este caso varía desde el mismo Fernando el Católico a Felipe II, o incluso Alfonso XIII.

Sea como fuere, la tapa llegó para quedarse y se convirtió en un referente de la gastronomía española.

Hoy en día, la visita a un local puede estar condicionada por la tapa con la que se acompañe una bebida. En ciertas ciudades, o zonas geográficas, son conscientes de ello y han hecho un auténtico arte de la tapa de acompañamiento. Así mientras que en zonas como Jaén o Murcia en algunos locales se suele acompañar la cerveza o el vino con una selección de ricas aceitunas –como las de Aceitunas Zambudio– y patatas fritas, en otras zonas como Granada o Cuenca se ha hecho de la tapa una auténtica declaración de intenciones desarrollando cada local su propio estilo.